miércoles, 5 de octubre de 2011

¿Has conocido alguna experiencia como esta?


A la iglesia de Santa María me acuerdo que iba todas las tardes, en el verano de mis doce años, a rezarle unas cuantas avemarías a la Virgen de Guadalupe, la patrona de mi ciudad, a la que yo le pedía que intercediera por mí para que me aprobaran la gimnasia en septiembre porque en los exámenes de junio había suspendido de manera humillante. No se me daba bien ningún deporte, no era capaz de subir una cuerda o saltar un potro y ni siquiera sabía dar una voltereta. Había ido creciendo en mí un sentimiento de exclusión que se acentuaba amargamente (....) Me sentía siempre avergonzado y aparte de los otros (....) A veces, en la gran plaza que hay delante de la iglesia veía de lejos, sentados en un banco de piedra, a los cuatro o cinco gamberros de clase, que ya fumaban y entraban en las tabernas, y que si pasaba delante de ellos, aunque fingiera no verlos, se burlaban de mí, como se habían burlado en el gimnasio y en el patio del colegio ante mi cobardía física....

Antonio Muñoz Molina, Sefarad,  pp538 - 539

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